lunes, 14 de marzo de 2011

Cineastas sin miedo en la Honduras del golpe


Un punto de giro modifica la trayectoria de un proyecto fílmico. Una ruptura de la idea trazada puede reconducir una puesta hacia senderos imprevistos, desgranando un cauce inmaterial que tiene su expresión tangencial en los saberes del arte, en la perenne relación con la realidad que se exhibe abrupta, violenta, coyuntural. Esa es la clave del bosquejo cinematográfico que asumió la realizadora hondureña Katia Lara, junto a un crecido equipo de realización que construyó ejes documentales ante el golpe de estado perpetrado en la nación hondureña, el 28 de junio de 2009 por esa rancia oligarquía, que revitaliza el ejercicio de la violencia policial, la despreciable tortura, el encierro al margen de la ley, junto a la practica de la desaparición selectiva, ajena a los principios fundamentales del derecho internacional.
Terco Producciones, -productora que tenía el encargo de realizar los spot de la campaña electoral del partido liderado por Manuel Zelaya-, en sus acciones electorales incluía un capítulo para exponer los argumentos de una cuarta urna: la consulta popular en torno a cambios fundacionales por una Asamblea Nacional Constituyente. La idea fue mutilada, a pesar de ser la más elevada expresión de democracia: la voz de un pueblo.
“Nosotros no volvimos más a la productora donde estábamos viviendo -declaraba la realizadora al diario, Tiempo Argentino-, y la propuesta fue: "salgamos todos los días a la calle". Nos distribuíamos para estar en todas las movilizaciones y así estuvimos un mes intercambiando material entre el gremio de cine hondureño, que es muy chico”.
Esta confesión, es el prólogo de una gesta que cierra con el montaje del documental: QUIÉN DIJO MIEDO, honduras de un golpe, (2010). El filme, entronca con los valores y postulados que caracterizaron al Grupo Cine Liberación, cuyas cabezas visibles eran los realizadores Fernando Pino Solanas y Octavio Getino. El documental se desarrolla desde una amplia gama de acentos periodísticos con la intencionalidad de fijar documento. Acompañar la evolución de este proceso histórico -engavetado por las transnacionales de la comunicación de occidente-, lo ubican en los trazos argumentales que son las raíces de su origen.
Tras el golpe de estado, la ira popular no se hizo esperar. La acción popular se registró con un variado encuadre fotográfico, un perfil de búsqueda con escritura de crónicas, secundada por cámaras que registraron los diversos canales de comportamiento sociopolíticos desarrollados fundamentalmente en espacios urbanos, en avenidas y calles donde los protagonistas, son ese pueblo que denota su acción desde la palabra, desde el grito exigente ante la ruptura del estado derecho. El abanico de cámaras desplegadas ante la impronta, cavan hondo desde una incisiva dramaturgia, donde la brutalidad policial es ese antagónico gesto que busca silenciar la voz de los que tienen que ser escuchados. Este contrapunteo, está resuelto en cada secuencia, donde las acciones evolucionan marcadas por el dramatismo.
Un vertebrado fotoperiodismo documental persiste en la curva creciente de sucesos, matizados por el asesinato a quema de ropa de civiles en plena lucha popular, por las detenciones arbitrarias y desproporcionada de niños y mujeres en el ajetreo de las manifestaciones o las golpizas con porras e indumentarias represivas, que son captadas por esas cámaras inquietas que se empeñan en tomarlo todo. Son encuadres privilegiados, que por momentos congelan singulares escenas que destilan el espíritu del gran Guernica de Picasso. Esta práctica de “tomarlo todo”, permite apreciar una escena que la lógica represiva desterraría. Un difuso acercamiento de la lente, encuadra el enrejado de una celda y nos hace testigos universales del hacinamiento y de la voz de quien exige, -desde su encierro-, el derecho a expresarse libremente. Esta lente no reproduce un hecho periodístico, en todo caso, deja marcas semánticas de un encierro abrupto. Este diálogo se trunca con la ruptura del encuadre, con ese brazo alargado de la soldadesca que sigue asumiendo el rol de la censura.
En mi proceso de indagación sobre el trabajo de la fotografía, contacté con el equipo de realización para cerrar preguntas en torno a los diversos tipos de cámaras utilizados, ante las condiciones de trabajo imperantes.Andrés Papousek -uno de los camarógrafos de este documental-, me revela pasajes que quiero compartir con los lectores y que contribuyen a visualizar esa otra realidad que transcurre detrás de la puesta fotográfica: “Conformamos tres unidades de campo. La cámara principal, una Sony HD EX1. Esta es la que veras en la mayoría de las entrevistas y ambientes controlados. No era una cámara propia y no podíamos exponerla demasiado y luego contamos con dos cámaras "de batalla", una Canon G1 (prosumer MiniDV) que fue gentilmente destrozada y devuelta sin videocasete por la policía, cuando disolvían una manifestación a punta de balazos y gas lacrimógeno en donde asesinaron un profesor. Contábamos además con una mini Handycam HD, que graba en su propia memoria interna, cabe en un bolsillo y es muy disimulable. Esta fue "confiscada" por la policía, pese a las credenciales de prensa internacional que yo portaba. En la mañana en que se desalojaba a los manifestantes en los alrededores de la embajada de Brasil, yo acababa de llegar al sitio totalmente identificado como prensa. No estaba ocurriendo nada en el lugar, lo único que grabe -antes de que un oficial sin identificación y un policía encapuchado me arrebataran la cámara- eran los escombros de una barricada. ¿Por que? Porque frente a mi pasarían en pocos minutos los periodistas de UNIVISIÓN, enojados porque a ellos también les habían robado su cámara y la policía no quería un registro de eso”.
La historia tiene como material fundamental al tiempo, y el cine apela a su traza. En ese tiempo transcurrido, el diálogo testimonial se entrelaza en pausas entrecortadas, aportando pruebas y documentos vitales para entender la curva ascendente de la obra, que dibuja -desde el presente-, un proceso antagónico y convulso. El mismo espacio fílmico configura un rompe cabezas, construido desde la cronología narrativa. En esa trayectoria, el pasado desvelado toma forma en ese presente inmediato. Son confesiones que se dibujan desde un austero verbo, calibrandoun montaje escalonado, incorporando hechos, documentos e historiaspoco conocidas o desveladas de personajes antagónicos, que se bifurcan con el personaje principal: el pueblo. Estos discursos testimoniales, son dibujados por anónimos personajes que la circunstancias lo convierten en actores de excepción, en punto de atención.
La ebullición de escalonadas manifestaciones, guarda otro elemento que desde la cinematografía, sirve de paraban significante. Los sonidos de las balas y las porras, el silbido del avión que intenta ingresar en territorio hondureño al presidente constitucional Manuel Zelaya o las voces del dolor y de la protesta, son todo un abanico de textos, que calan en las emociones y en esa curva, que contribuye a completar el sentido de la obra audiovisual. El trabajo de diseño de la banda sonora, esta pensado como parte de la argumentación, como significado que revela un signo de confrontación. Los cimientos de está obra documental, está anclados en toda una relación histórica, y no estoy hablando de retrospectivas, me refiero a los puentes que va construyendo con el pasado de ese país. Pero los sonidos no son solo de dolor y de protesta, los tambores de la etnia garifuna, venidos desde África a estas tierra de Centroamérica, se suman a la sabia de su pueblo, inyectando sonidos encontrados: los del gesto para acompañar la repulsa ante el atropello y los del sabor de una cultura que es popular, retrato inquebrantable de: QUIÉN DIJO MIEDO, honduras de un golpe.
Activar la compresión y la memoria, es un intento por despertar nuevas actitudes frente a la injusticia y la violencia, siempre buscando compromisos y reacciones constructivas, no desde odio o la venganza, más bien, desde los paradigmas de la comunicación, desde los más sólidos argumentos. Esta practica, debe caracterizar al “cuarto cine”. Esta obra de la documentalista Katia Lara, tiene ese gran acierto.
Sinopsis
René es hondureño y actor amateur en los spots televisivos que promovieron la consulta popular para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente en Honduras. El 28 de Junio de 2009, en lugar de consulta, un brutal Golpe de Estado: el ejército secuestra y saca del país al Presidente Manuel Zelaya. René se suma al Frente contra el Golpe igual que miles de hondureñas y hondureños. Surge la Honduras inédita: un pueblo en resistencia, que pese al cerco mediático, la violencia y la muerte, se levanta en las calles para defender sus derechos. Esta es su historia.
Ficha técnica
Título: QUIÉN DIJO MIEDO, honduras de un golpe
País: Honduras - Argentina
Año: 2010
Duración: 90 minutos
Formato: HD
Guión y Dirección: Katia Lara
Producción: Carlos del Valle/Katia Lara
Cámara: Andrés Papousek/Carlos del Valle/Oscar Estrada/Katia Lara/Rodolfo Espinoza
Asistencia de Producción: Irene Yague/Andrés Papousek/Tatiana Lara
Delegado producción en Argentina: Pablo Spatola
Montaje: Fernando Nogueira / María Cabrejas / Katia Lara
Dirección y mezcla de sonido: Gerardo Kalmar
Edición de sonido y SFX: Pablo A. Orzeszko
Corrección de Color: Ada Frontini
Música original: Carlos del Valle
Temas musicales banda sonora: Yeco Hernández, Karla Lara, Grupo Abiayala
Gestión y Administración:Tatiana Lara
Con el apoyo de: Artistas en Resistencia (Honduras), Programa Arte y Cultura de HIVOS (Holanda), Iglesia de La Santa Cruz (Argentina), Asociación de Realizadores Integrales de Cine Documental–RDI (Argentina), Cordelia Comunicación (Argentina), SINSISTEMA (Argentina), Audioartistas (Argentina), Estudio PH (Argentina) Médico Internacional (Alemania), ARGOS – Comunicación (México)


Más información:

No hay comentarios:

Publicar un comentario