viernes, 10 de septiembre de 2010

El Porvenir es hoy

Ricardo Maduro, ex-presidente de Honduras, en cuya gestión se dieron las sendas masacres de El Porvenir y el penal de SPS

Cuando en el 2007 comencé a trabajar en el proyecto documental “El
Porvenir”, buscando entender y retratar la masacre más compleja que
hasta el momento se había dado en el país, en donde 69 personas
perdieron la vida en el centro penal de la Ceiba a manos de la policía
penitenciaria en alianza con los presos comunes, una cosa me motivo:
Sabía muy bien y así quise presentarlo en la película, que si como
población dejábamos que este espantoso crimen (y las otras cuatro
masacres que ocurrieron en esa misma época) se perdiera en el olvido,
el horror terminaría alcanzándonos.
En aquellos oscuros años de la mano dura, la opinión pública que
manipulan a su antojo los medios de comunicación logró demonizar a los
jóvenes pandilleros de tal manera que, sin tapujos, muchas personas
manifestaron públicamente que la matanza era buena, pues según ellos
aniquilaba delincuentes que de otra forma causarían más daño a la
sociedad.

La guerra contra las pandillas se ganó eliminando físicamente a casi
todo pandillero de esa época, de allí la fama de personajes como Oscar
Álvarez, al punto que hoy apenas aparecen las pandillas en el espectro
mediático que busca constantemente crear enemigos internos para
justificar la represión estatal.

Pero los robos, extorsiones, violaciones, asesinatos, desmenbramientos
de cuerpos, masacres y demás crímenes cometidos –supuestamente- por
los pandilleros siguen ocurriendo. A diario en Honduras se reportan
entre 10 y 14 muertes violentas, muchas de ellas por arma de fuego y
las cifras siguen en aumento colocando a Honduras en la lista de los
países más violentos del continente, solo atrás de México y Colombia.

Luego se vino el Golpe de Estado y aquellos personajes que idearon (o
dejaron pasar) las matanzas, volvieron a aparecer más fuertes e
impunes. Volvió el gobierno de la mano dura, ahora con cara humanista
cristiana, para imponer por la fuerza una reconciliación y unidad
sepulturera.


Quien en aquel tiempo era ministro de seguridad hoy lo sigue siendo y
su práctica, ahora menos mediática porque la anti insurgencia puede
llevarse únicamente en el marco clandestino, sigue igual de represora.
Quien en aquel tiempo era presidente del congreso, hoy es de la
república y al igual que Ricardo Maduro el 4 de Abril de 2003 salió
del país el día de la matanza, como para no ser testigo del dolor y la
indignación que dejan los muertos en masa.

En este país la vida no vale nada. Literalmente hablando. Con 50
dólares pagas un asesino para que elimine una persona, con 50 dólares
más eliminas al asesino y las huellas del crimen. A cien dólares por
muerto, mil novecientos lempiras al cambio actual, la impunidad de la
barbarie se ha incrustado en lo más hondo de estas Honduras que hoy
nos cae encima.


El día de ayer, mientras unos marchábamos atendiendo al llamado del
FNRP para el paro cívico nacional, reclamando entre otros un aumento
al salario mínimo, respeto al código de trabajo, alto a la represión y
la violaciones a los derechos humanos, en San Pedro Sula, en un barrio
que lleva por nombre Cabañas, (expresidentes del siglo XIX, valuarte
del Morazanismo y de la ética del poder), en una pequeña zapatería,
símbolo marxista del obrero, 19 trabajadores jóvenes eran asesinados,
algunos de ellos aparentemente miembros de la resistencia.


Mas allá del simbolismo de la matanza, hay que tener claro que un
acto de terrorismo de esta naturaleza no se hace improvisadamente.
Calculado tenían el lugar donde habrían de ejecutar el crimen, sus
rutas de llegada y escape; calculado también la hora y el día. Los
asesinos saben muy bien cómo crear terror, para eso han sido formados
y en eso son profesionales.

Mientras los cuerpos de los jóvenes eran levantados por medicina
forense, Wong Arévalo, vocero incondicional del Golpe y apologista de
las violaciones a los derechos humanos reclamaba la inactividad de la
policía y los cuerpos de inteligencia. No tanto por la matanza (que
también lo hizo en menor medida), como por los vidrios de su edificio
que la manifestación quebró a su paso. “Este grupo es sólo comparable
con el crimen organizado”, gritaba Wong Arévalo y su reclamo hace eco
con las declaraciones de la fiscalía que anuncia procesará por
“asociación ilícita” a los miembros del frente.


Hay un esfuerzo claro en los medios de comunicación en ligar ambos
acontecimientos: el ataque con piedra a los canales golpista y la
masacre de Cabañas. En ese esfuerzo se mezcla maliciosamente para
dejar creer que la resistencia, si bien no responsables directos de
esta masacre, son igualmente detestables y peligrosos y, al igual que
los pandilleros hace 10 años, se justifica cualquier acción del
sistema en contra nuestra.


Interesante es, como a diferencia de las otras matanzas, en este acto
terrorista el golpismo reclama la inacción e “ineficiencia” de su
super ministro de seguridad Oscar Álvarez y exigen acciones inmediatas
al respecto.

Poco probable es que se haga justicia. Lo más seguro se apresará algún
chivo expiatorio para calmar el reclamo de la opinión pública e
intentarán justificar la matanza con un ya trillado “ajuste de
cuentas”.

Yo tenía razón. Dejamos como sociedad que la impunidad se incrustara
como maligno cáncer y hoy el horror nos apunta.

8 de septiembre, 2010


Oscar Estrada - cineasta y escritor miembro de AenR

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