lunes, 5 de julio de 2010

Vienen enarbolando las banderas- Homenaje al primer aniversario de nuestro primer mártir: Isis Obed Murillo

Donde cayeron los asesinados

bajaron las banderas a empaparse de

sangre

para alzarse de nuevo frente a los

asesinos.

Pablo Neruda



Los militares se

apoderaron del aeropuerto,

hasta allí llegó el

pueblo con sus banderas

de esperanza

enarboladas.

Los militares,

entonces, consumidos en la llama del odio, dispararon a diestra y siniestra

y las banderas se

empararon en la sangre

de Isis Obed Murillo

Mencía,

en su corazón y su

cerebro fusilado

por órdenes superiores.



Los militares se

apoderaron de las montañas

y persiguieron a los

valerosos que evadieron

sus escudos tras los

cuales se esconden cobardemente.

Ahí, en el humus de

las colinas, se esparció

el tuétano de los

huesos

de Pedro Magdiel

Muñoz y su sangre derramada fertilizó la resurrección del pueblo.



El cuerpo de este

muchacho de la patria martirizado con incontables puñaladas

y las manos que

levantaron la esperanza

con sus huesos

fracturados, con las huellas

de la criminalidad

militar, siguen enarbolando una bandera que no permite el silencio.



Los militares se

apoderaron de las casas

y subrepticiamente

entraron sin orden judicial,

derribando las

puertas a puntapiés y,

frente a los ojos

asombrados de los niños, cegaron la vida de Róger Bados,

quien no le debía

nada a nadie,

pero reclamaba la

patria como suya.



Los militares se

apoderaron de las calles.

En medio de las

calles repitieron el crimen,

apuntaron sus armas

contra quienes reclamaron ser dueños de las calles,



esparcieron la muerte que

sale de sus fusiles contra

Róger Abraham Vallejo

Soriano,

quien solo sabía

entregar el clavel

de la sabiduría a los

jóvenes.

Todo en cumplimiento

supremo del mandato

del supremo que se ha

comprometido a poner orden en el país y que sabe que ese orden

solo es posible tapando

el firmamento

para que no se vean

las estrellas de la patria,

atrapando el viento

del pueblo en las plazas,

domeñando la rebeldía

con la muerte

cortando de raíz los

brotes que surgen

de la sangre

derramada, convirtiendo al pueblo en perseguido, triturando y quemando a los

mártires desconocidos en lugares ignotos,

para que los guarde

el silencio.



Los militares se

tomaron la patria

dizque para salvarla

del pueblo,

de la chusma dirigida

por su presidente.

La asaltaron durante

el negro

de la noche para que

no presenciáramos

como pisoteaban

nuestra bandera y enviaron

a los verdugos para

castigar a quienes reclaman su patria, a repartir tolete y balas, para rendir

a los nombres que

están en la lucha.



Violaron a una frágil

flor, con un tolete

en su vagina, flor

ensangrentada,

corazón indomable,

niña virgen ejemplar,

porque tu virginidad

solo la puede

disfrutar un macho

y no un cobarde amparado en el uniforme verde olivo.



Se tomaron la patria,

los soldados del supremo,

y los soldados ya no

pueden cuidarle el sueño,

no pueden levantar

sus escudos para impedir

que los fantasmas de

los asesinados le impidan dormir tranquilamente,

porque donde abre

un grifo le mana

sangre y esa sangre le salpica

el rostro de traidor.



Los martirizados

dedos, los corazones traspasados por las balas,

las vidas segadas

tras los matorrales, insisto,

no les dejan dormir,

Jefes supremos de la

maldad.

Roberto Micheleti y

Romeo Velásquez.

No les dejarán dormir

porque estos compañeros

Ahora han vuelto,

cantando el himno

de la alegría, con

las banderas al viento

para reconquistar la vida,

del aeropuerto, de

las montañas, de las casas,

de las calles, de la

patria.



En medio de la patria

actuaron con sus fusiles

los criminales, en medio de la patria

que pretenden

robarnos.

Pero, repito, con orgullo

levantamos las manos de los mártires

desde la tierra, y no les lloramos en

vano, ni les enterramos en el olvido,

ni les dejamos en la

soledad de sus tumbas.

Ellos vienen con el

pueblo,

Isis Obed Murillo

Mencía, Róger Bados,

Pedro Magdiel Muñoz,

Róger Abraham Vallejo

Soriano,

porque a ellos

ya no les hacen nada

las balas,

pero siguen combatiendo



con sus rostros de sudor y valentía, porque

son invencibles, siguen en medio

de la plaza, en medio

de la patria, esculpiendo con sus corazones fusilados

el nuevo cuerpo de la

patria del pueblo.

No pretendan esconder

el crimen, criminales,

no pretendan

impunidad.

La lluvia volverá a

empapar las calles para limpiar la sangre,

las voces volverán a inundar las

plazas, l

os puños avanzarán levantados hacia la guarida de los tiranos, para

poner fin

a los días del

sufrimiento.



Las banderas de la

resurrección no dejarán

de flamear en manos

del pueblo liberado.

Isis Obed Murillo,

Róger Bados,

Pedo Magdiel Muñoz

y Róger Abraham

Vallejo Soriano

estarán con nosotros,

en ese grandioso día

del asalto a la

esperanza, en ese día

en que el pueblo con

sus héroes,

renacerán de nuevo,

para siempre será posible,

en ese amanecer, el castigo ejemplar,

en la plaza

que ahora nos han quitado los militares.



Víctor Manuel Ramos

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